La verdad, no soy nada fan de los días de campo en familia: el primo reguetonero con su estéreo a todo volumen, la gente que renta a los pobres caballos, el tío que solo piensa en armar una cascarita de fut… Eso y la Masacre de Texas son para mí la misma cosa. Tal vez por esa razón no se me antojaba visitar alguno de los muchos lugares de camping que hay de camino a Cuernavaca.
Pero mi querido Teo (un snauzer adorable y correlón) extrañaba la naturaleza, así que decidimos empacar el lunch e irnos solos, él y yo, a pasar un buen día de campo en el Parque Nacional de las Lagunas de Zempoala. La verdad, nos la pasamos increíble. Lo mejor de todo es la cercanía: llegando a Tres Marías toma uno la desviación hacia Huitzilac. El pueblito da paso a un bosque tupido y fresco, y en menos de quince minutos llegamos.
La laguna es MUY linda. Claro que la sección de camping está repleta de puestos de comida, familias ruidosas, pero nosotros solo estacionamos ahí el coche, me puse la mochila en la espalda y, desde que le solté la correa a Teo fue el perro más feliz del mundo. Corrió, jugó con su pelota, se enlodó, se secó y volvió a enlodarse. Luego tomamos «el camino del lago», una vereda entre el bosque que nos llevó del otro lado de la laguna, donde reinaban el silencio y la paz.
Ahí sí pude tirarme en el pastito a leer y a disfrutar de un paisaje grandioso.