Entre conciertos, charlas y caminatas infinitas por el centro de Austin, descubrí que SXSW no es solo un festival: es un mapa vivo donde la creatividad, la música y el cine se cruzan en cada esquina.
Austin, punto de partida
Marzo de 2019. Llego a Austin con un badge de música y muchas ganas de vivir el caos organizado de SXSW. Pero muy pronto entendí que este festival no se trata solo de lo que elegís ver, sino de lo que se cruza en tu camino.
El centro de la ciudad se convierte en un hormiguero creativo: salas de cine, conferencias, conciertos, fiestas, activaciones, artistas caminando por la calle… Todo sucede a la vez. Es abrumador y fascinante, como viajar dentro de un viaje.

Música, cine y el arte de estar en el lugar correcto
Con mi pase musical terminé entrando también a sesiones de cine y estrenos de documentales. Vi a Andrew W.K. desatar una fiesta explosiva, a Justice en una presentación sorpresa a la que logré entrar gracias a unos chicos que conocí esa misma tarde, y a Her, una banda inglesa que tocó en el espacio británico, poco después sufrirían un trágico accidente que marcó a toda la escena indie.
Eso me encantó de SXSW: la manera en que distintos países presentan su identidad cultural. En cada “embajada creativa”, como la británica, la sueca o la noruega, encontraras música, arte y hasta propuestas turísticas. Es una vuelta al mundo sin salir de Austin.






Y aunque no logré entrar al show sorpresa de una joven Billie Eilish (la fila daba la vuelta a varias cuadras), el simple rumor de su nombre en Twitter bastó para sentir esa electricidad que solo SXSW puede generar.
Charlas que dejan huella
Entre showcase y showcase, asistí a conferencias que valieron cada minuto:
- Shirley Manson (Garbage) hablando sobre lo que implica ser mujer en la industria musical.
- Björn Ulvaeus de ABBA reflexionando sobre los nuevos modelos de distribución y derechos de autor.
- Los Beastie Boys presentando su documental y compartiendo anécdotas que confirmaban algo: la cultura pop se reinventa a sí misma cada década.
También había un espacio dedicado a la música brasileña, que recordaba que el sur global tiene mucho que decir (y que bailar).





Entre activaciones, fiestas y ampollas
En SXSW siempre pasa algo, incluso cuando no está en el programa. Una noche terminé en una fiesta no oficial con músicos noruegos en una antigua casita de madera. Otra, en una proyección de la película de Johnny Cash, y más tarde, en el estreno del documental de Justice, donde tuve que contener las ganas de bailar en el cine.
Durante el día, las activaciones de marca transformaban cada esquina: desde BBQ al aire libre hasta experiencias inmersivas con tecnología y arte. Mis calcetines no sobrevivieron (las caminatas son eternas), pero cada paso valió la pena.
Lo que SXSW me enseñó sobre viajar y crear
SXSW me recordó que viajar también es escuchar: dejar que el entorno te sorprenda, confiar en los encuentros fortuitos, aceptar el desorden creativo como parte del viaje.
Austin fue el escenario, pero la verdadera experiencia sucedió entre las calles, las conversaciones y los sonidos que no esperaba escuchar.
“SXSW no es solo un festival: es un recordatorio de que la creatividad también necesita pasaporte.”
Para quien sueña con ir
- Lleva zapatos cómodos y una mente abierta.
- No subestimes los eventos “no oficiales”: cosas increíbles pueden suceder.
- Planifica, pero deja espacio para perderte.
- Y sobre todo, no intentes verlo todo: SXSW está hecho para que elijas tu propio ritmo.